Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (S. Mateo 5:5)
La mansedumbre es parte del fruto del Espiritu Santo, es aquella que se basa en la dependencia absoluta de Dios de la confianza en el Señor. Sabiendo que Dios es nuestro ayudador y es nuestro defensor de que Dios nos hará justicia, Él peleará por nosotros, Él sacará el rostro por nosotros. En ocasiones hay que bajar la guardia; no pelear, perdonar, amar y permitir que sea Dios quien peleé por nosotros.
No pelees, confía en Dios