“Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y el respondió heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate y ve a la calle que se llama derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí el ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor he oído de muchos acerca de este hombre, cuantos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aún aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entro en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas.” (Hechos9:10-19). Siendo que es la voluntad de Dios, el plan de “Mi Discípulo” para este ministerio(iglesia); Hoy, continuaremos enseñando sobre la necesidad de obedecer al Señor, discipulando. Veamos:
I-Un Ciego: Saulo, un fariseo que no creía en el evangelio de Jesucristo, y que había participado de persecuciones contra la iglesia, tiene una experiencia personal con el Señor (Dios comienza a tratar con el) y como resultado de esas experiencias queda ciego. En otras palabras no vería, comenzó a depender de otras personas para que le guiarán. Saulo, es un típico ejemplo del hombre común de hoy. Son ciegos, necesitan ayuda y orientación. La Biblia dice de él que: Le metieron en Damasco (el no fue voluntariamente, ni lo pidió o decidió) sencillamente lo metieron. Algunos ciegos están esperando que los metamos en el evangelio.
II- Un Discípulo: Es decir, uno que era enseñado por otro. Este es Ananías, que residía en Damasco. El recibe un llamado del Señor por medio de una visión. La visión es importante para que un discípulo se convierta en maestro. Dios hablará a nuestras vidas por medio de la visión. Llama poderosamente la atención que durante la visión, Ananías parece no tener ninguna experiencia ocular, es decir parece que no vio nada; no obstante él si oye la voz del Señor. Entonces, podemos asegurar que la visión también llega a nuestra vida audiblemente por la palabra de Dios. El Señor lo llamó por su nombre: Ananías. (Dios te esta llamando). Me gusta la respuesta del discípulo, dice: Heme aquí. Significa aquí estoy. A tu voluntad. Quiera Dios que al llamado que él está haciendo a usted; reciba una respuesta unánime y contundente, donde usted puede decir a Dios: Heme aquí Señor.
III- Una Orden: La orden es: Levántate y ve. No sé realmente cuál era la condición o posición del discípulo a la hora del llamado. No sé si estaba muy ocupado, acostado, o distraído con algún juego. Lo qué si sé, es la orden que el Señor le dió, le dijo: Levántate y ve. El levantarse habla de un cambio de posición y de actitud. El prepararse para hacer algo. Es abandonar lo que se esta haciendo (o lo que pensaba antes). Y la orden ve, habla de la acción. Es ir a lo que Dios dijo. Es hacer su voluntad. Tengo que aclarar aquí que el Señor no le dió una sugerencia a Ananías, ni le importó su parecer; sencillamente le dió una orden: Levántate y ve. Siento en mi espíritu, y creó con todo mi corazón, que Dios le ha dado una orden a toda la Comunidad Misionera Bendición, nos ha llamado y ordenando: Levántate y ve. Ahora, esta orden viene acompañada de instrucciones precisas; observemos: a. Levántate y ve, b. Un discípulo, c. A una calle llamada derecha, d. En casa de Judas, e. Busca allí a uno llamado Saulo, f. Porque he aquí el ora. ¿Ve lo que digo?. Dios no solo nos envía, sino que también nos dirige. Nos dice como, con quien, porqué, etc. Si usted analiza la orden que Dios nos dio observará, que nos ha dado instrucciones similares a la de Ananías: a. Nos ha dicho que un discípulo. (No dos, cinco, diez o veinte, el Señor le habló de uno). Ananías se tenía que olvidar de todas las demás personas, para dedicarle tiempo a uno. Dedíquese a un discípulo. Aloo. b. Nos ha dicho que lo busquemos. En otras palabras no hay que esperar que el discípulo llegue a nosotros o que lo conozcamos. Ananías no conocía a Saulo, pero el Señor le dijo que lo buscara. Muchos de ustedes no conocen a la persona que van a Discipular, pero Dios quiere que lo busquemos. c. El Señor le dió la dirección y el nombre. Si usted todavía no tiene el nombre o la dirección de su discípulo, Dios se lo dará.
IV- La Actitud: Observemos la actitud de Ananías al recibir la orden. Al principio no estuvo de acuerdo, ni dispuesto a ir, y el presentó sus argumentos: a. Lo que había oído de muchos sobre el actuar de Saulo. (No podemos olvidar que este Saulo era un perseguidor de los cristianos y por tanto enemigo); y b. ¿Quien era Saulo y a quien representaba? (aún tenía autoridad de los sacerdotes para hacerles daño). ¿Cuál debe ser nuestra actitud, cuando el Señor nos ordena a ir? La respuesta es obedecer. No debemos fijarnos en los defectos o errores de las personas, ni sentirnos menos o más por cuestión de educación o cultura. Saulo, era un hombre religioso y más preparado que Ananías; pero no olvide que estaba ciego. No se desanime porque alguien le diga que pertenece a otra religión, o que la persona tenga más preparación o educación que usted, esa persona necesita de Jesucristo y usted es el instrumento para guiarlo a Dios. Aquí también podemos observar que Dios no acepta excusas a la hora de discipular. Aunque Ananías tenía razón; el Señor le insistió: Ve. Aunque la persona no lo merezca. Ve. Aunque tú no quieras, Ve. Aunque no estés de acuerdo, Ve y habla la palabra de Dios. La actitud de Ananías, ante la orden del Señor es loable: la Biblia dice que fue (vs. 17), y entró en la casa, puso sus manos sobre él, y le llamó hermano (que tremendo). El hecho de ir, habla del tiempo que Ananías dedica a Saulo. Me gusta que, aunque Saulo no lo conocía, Ananías entró a la casa donde él estaba y le habló. Haga usted lo mismo con alguien que como Saulo está esperando en su casa para que alguno llegue, entre, lo toque y le diga hermano. Haga de su discípulo un hermano.
V- El Resultado: a. Las escamas le cayeron de os ojos (la Biblia dice que algo, como escamas: Impedían que Saulo viera. Estas escamas representan la religión, tradición, viejas costumbres, falsas doctrinas, ataduras, pecado, etc.) Que impiden que las personas vean a Jesucristo. b. Recibió al instante la vista: Comenzó a ver ¿Cuándo? Cuando Ananías fue, le puso las manos y le habló. Cuando usted haga como Ananías, con alguien; esa persona recibirá la luz de Jesús, por el evangelio y se iluminará su corazón. c. Fue bautizado: Tan pronto las escamas caigan de los ojos (del corazón), la persona tendrá el deseo de bautizarse y se levantará. d. Fue discipulado: Saulo se quedó algunos días con los discípulos que estaban en Damasco (vs. 19) ¿haciendo qué? Aprendiendo y preparándose, para discipular a otros.
Amado Hermano: El Señor le dijo a Ananías: Ve, porque instrumento escogido me es este. (vs. 15). Aunque Saulo era un instrumento que Dios usaría para bendecir al mundo entero; la verdad es que Ananías fue el instrumento que Dios usó para bendecir a Saulo. Este Saulo, más tarde se convertiría en el gran Apóstol Pablo, el mayor escritor del Nuevo Testamento. Aunque después de este evento, nunca más se hablaría del discípulo Ananías, este fue el hombre de Dios para salvar y formar a Saulo. Me pregunto ¿Cuántos Ananías tendrá Dios hoy? La respuesta es que usted y yo somos los Ananías de Dios hoy. Otra pregunta ¿Cuántos otros instrumentos de Dios, están esperando por nosotros para ser salvos? Sin duda muchos. Obedezcamos al Señor, levantémonos y vayamos a la casa de alguien, y enseñémosle el evangelio de Jesucristo, haciéndolo un discípulo. Si todavía hoy no tienes un discípulo, escucha la voz del Señor, ordenándote: Levántate y ve.
Dios le bendiga.