Que a ti

Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.  Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.  De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.  Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme. Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de este? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.  Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero. Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén. (Jn. 21:15-25)

Al escribir esta lección, tengo la intención de dar a conocer algunas de las enseñanzas que el Señor Jesús le transmitió al apóstol Pedro y que son beneficiosas para el creyente de hoy. Veamos:
I- Al Señor Jesús le interesa saber si le amamos: Tres veces le hace la pregunta a Simón Pedro, ¿Me amas? Esto significa que amar al Señor no es suficiente, también hay que: 1. Manifestárselo: Es expresar o decir al Señor cuanto le amamos. 2. Testificarlo: Transmitir nuestro amor por el Señor a los demás, o confesarlo públicamente. Cuando Jesús le hace la pregunta a Pedro ellos se encontraban rodeados por los otros apóstoles, por lo que la: respuesta de Pedro fue delante de ellos. 3. Demostrarlo: Decir que amamos al Señor no es suficiente, casi todos dicen, o decimos amar a Jesús, pero pocos lo demuestran; Pedro le dijo que le amaba tres veces, a lo que el Señor le  ordenó que lo demostrara tres veces ¿cómo? Sirviéndole. Le dijo primero apacienta mis corderos, luego le dijo pastorea mis ovejas, y después le dijo  apacienta mis ovejas; en otras palabras, si me amas, sírveme. De manera, que el amor al Señor no solo se dice, o se publica, también se demuestra. Muchos creyentes dicen con sus bocas amar al Señor, pero con sus hechos demuestran lo contrario porque no sirven a Dios en nada, y lo que es peor, no están interesados en servirle. El que ama a Jesús: a. Le Servirá y b. Le Seguirá. Al final el Señor le dice a Pedro: Sígueme. Seguirle es estar con Él, es caminar con Él, o como Él (imitarle), es avanzar, actuar en consecuencia a Él. No se puede estar con Jesús mirando hacia atrás: Jesús le dijo a Pedro sígueme, y comenzaron a andar, pero la Biblia dice: Pedro vio que le seguía el discípulo a quien amaba Jesús… (15:20). La versión latinoamericana dice: Pedro miró, atrás… esto ¿qué significa? Que en algún momento Pedro dejo de seguir a Cristo para: 1. Mirar atrás: No se puede seguir a Cristo mirando hacia atrás, o hacia los lados. No se puede ir hacia adelante mirando o volviéndose hacia atrás. Jamás podemos ignorar u olvidar lo que le ocurrió a la mujer de Lot, que mientras huían y escapaban del juicio de Dios sobre Sodoma y Gomorra, miro atrás y se volvió estatua de sal (Gn.19:26).  Hebreos 12:12 dice: «Puestos los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe.» Muchos creyentes pretenden seguir a Jesús anclados en el pasado, mirando lo que ya pasó o preocupados por eso. 2. Mirar a los hombres: O lo que hacen los hombres, o lo que Dios hace con los hombres. Pedro, dejó de mirar a Jesús, para mirar al discípulo a quien Jesús amaba. Pedro pasó algo por alto: Que él y el Señor iban adelante.  Él tenía un llamado, una visión, una misión, un ministerio;  pero se preocupó por la vida, el llamado, la visión, y el ministerio de otro, le dijo a Jesús: Señor y ¿qué de este? (Jn. 21:21).  ¿Cuántas veces le ha ocurrido lo mismo a usted y a mí?  Nos preocupamos de lo que Dios hace, o va a hacer con otros, e ignoramos lo que el Señor está haciendo con nosotros ¡Alo!  Lamentablemente tengo que decir que muchos cristianos hacen o dejan de hacer, dependiendo de lo que hacen los demás. Quien va a servir o a caminar con el Señor, lo debe hacer independientemente de lo que los demás hagan, o lo que Dios haga con los demás. Algunos oran, si ven orando a los demás, ayunan si los demás ayunan, discipulan, si los demás también lo hacen, y si los demás no lo hacen, ellos tampoco lo harán. El interés de Pedro por el otro discípulo no era un interés sano. Era el interés de saber. Quería saber si el otro discípulo también seria pastor, o si también seguiría al Señor.  Ese tipo de interés lo llevaría a la comparación, y esta (la comparación) lo llevaría al orgullo, el ego, o la envidia. Cuando nos comparamos con los demás, terminamos pecando.  El que a ti, significa que debemos evitar estar pendientes de lo que ocurre en la vida, familia, finanza o ministerio de los demás, para concentrarnos en nuestra propia vida, familia, finanza o ministerio.  El que a ti, significa: A ti que te importa con la vida de tu prójimo.  Evite usted estar pendiente de lo que hacen los diáconos, o líderes, o maestros, o músicos, o su prójimo; no compare estilos de vida, casas, autos, empleos, etc. Concéntrese en lo que Dios hace con usted, porque mirar lo que hacen los demás, lo que tienen, o como viven, es igual a mirar atrás. Es dejar de avanzar, es amargarse y estancarse. De gracias a Dios en todo y por todo. Un ejemplo de lo que ocurre cuando miramos lo que los demás hacen o que hace Dios con otros, lo vemos en el caso de Caín y Abel: La Biblia dice que: «Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín:

¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.» (Gn. 4:3-8).

Analice que la Biblia dice que decayó el semblante de Caín ¿Por qué?  Por estar pendiente de la ofrenda de Abel y de cómo Dios lo había aceptado. ¿Cuál fue el resultado de esa comparación? Mató a su hermano. Es decir pecó, y perdió su bendición. ¿Me entiende ahora?  Evite convertirse en lo que yo llamo un fijón (alguien que está pendiente y compara lo que Dios hace con los demás). Otro ejemplo en la Biblia esta en Gn. 30:1 -Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero.» Aquí vemos a una mujer de Dios como Raquel, sintiendo envidia de su hermana, ¿por qué?  Porque su hermana tenía hijos y ella no.  Sintió deseos de morir, no tanto porque no tenía hijos, sino porque su hermana si los tenia. Hay otros casos en la Biblia como el de José y sus hermanos que le envidiaron por causa de su sueño (Gn. 37:5-11); el de Saúl que se enojó por el canto de las mujeres que alababan a David (1 Sam. 18:6-8), etc.  Tengo que afirmar categóricamente que cuando miramos o comparamos nuestras vidas con la vida de los demás, nuestro corazón se afecta negativamente.

Amado Hermano(a): Jesucristo quiere saber cuánto le amamos, por tanto debemos manifestarlo, testificarlo y demostrarlo. Él quiere que le sigamos sin detenernos o mirar hacia atrás o al lado. Aprendamos a aceptar, alegrarnos y conformarnos con las cosas que Dios hace con nosotros y nos da.  Eliminemos de nuestros corazones: Celos, envidias, enojos o frustraciones por causa de la bendición de los demás. Miremos siempre a Jesús y valoremos su amor e infinita misericordia. Sirvamos al Señor de corazón, aunque los demás no le sirvan, oremos a Dios, aunque los demás no oren, seamos fieles en nuestros diezmos y ofrendas, aunque los demás no lo hagan.  Basta ya de estar pendientes de otros; evitemos que el Señor nos tenga que decir: Que a ti.

Dios le bendiga.

Rev. Leonardo Bailey

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio